Cultura es la identidad de una comunidad o grupo social, con sus costumbres, tradiciones, gastronomía, geografía, moda, literatura, música, historias, patrimonio, etc.
La creación cultural, produce un doble valor, en la cultura y en la economía. Los emprendedores y artistas del sector cultural deben ser conscientes que son empresas y como tales, tienen que ser viables, ponderando su implicación social, con indicadores adecuados y ajustados a sus cuentas de resultados de explotación y de sus balances financieros.
Desde 2012 se está aplicando la Ley de Valor Social, en el Reino Unido, en las políticas culturales. Es un sistema de seguimiento del impacto social de la cultura, con un método de medición, con variables subjetivas, de rendimiento económico y cultural.
La Cultumetría busca medir el impacto social de la cultura más allá de las razones económicas, con indicadores estandarizados que miden los presupuestos con su impacto en la economía territorial. Con este indicador, a corto plazo es muy difícil cuantificar los datos, al ser un valor abstracto, pero si nos sirve si utilizamos históricos de datos.
La Economía del Bien Común, busca implantar y desarrollar una economía sostenible, donde las empresas realizan sus actividades que tienen como principio fundamental mejorar la sociedad, siendo una alternativa a los mercados financieros.
La Responsabilidad Social Corporativa Cultural. Cualquier empresa cultural, tiene que tener como principio fundamental, la ética aplicada a la cultura.
Los Clusters Culturales, están formados por grupos de interés cultural, que trabajan juntos para obtener un beneficio cultural.
El Retorno Social de la Cultura (SROI). Este modelo, mide el retorno social de la cultura en la sociedad, utilizando indicadores cuantitativos y cualitativos, que permite fijar metas y realizar un análisis de la planificación estratégica de la cultura, con un tiempo de ejecución.
El ratio utilizado es la inversión entre el beneficio social. Lo que mide es por cada euro invertido cuantos euros se recupera en valor social. Se mide la inversión realizada en una actividad cultural y los beneficios sociales generados, en búsqueda de una sociedad mejor. Se analiza si un proyecto tiene un retorno social, darle un valor económico y empresarial, para atraer inversión y contribuir al beneficio social.
Este análisis se pondera con una evaluación del cambio y mejora social producidos con la actividad cultural, y ver cuál sería el nuevo objetivo de ese evento cultural si el ratio es desfavorable.
Dentro del beneficio social, hay que imputar la involucración de los grupos de interés, la participación, la educación, la diversidad del público, el desarrollo profesional y creativo, la diversidad de la oferta, y el liderazgo cultural.
En modelos de ciudad actual, el valor de la cultura no deber ser un valor puntual de un equipamiento o de una obra determinada, sino un mecanismo de valor social y de motor económico, que mide la correlación de las variables sociales, culturales y económicas, como calidad de vida, educación, inmigración,……
Un incremento de la inversión en cultura, mejora la empleabilidad de las ciudades, por los puestos directos e indirectos que se crean, aumenta la supervivencia de las empresas, genera ciudadanos implicados y comprometidos para mejorar la calidad de vida, haciendo que las sociedades crezcan y evolucionen.
Para todo esto, hay que medir el impacto de la economía creativa, con metodología, documentarlo, para gestionar su financiación y realizar políticas privadas y públicas culturales rentables y responsables a largo plazo.
La cultura es un motor de desarrollo, pero sin datos y herramientas económicas, no se puede justificar su rentabilidad, y produce ruido en el falso debate de la viabilidad de la cultura.